El principal grupo de especialización en el periodismo, la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), cumple 20 años, que ha conmemorado en el pasado congreso celebrado en Madrid. Tras dos décadas no quedamos muchos periodistas que sigamos ejerciendo en el ámbito de la salud pero el verdadero ejercicio de memoria no consiste en recordar firmas sino qué queda de aquel periodismo especializado en salud. Y lo más importante es saber ¿tiene sentido en la salud 2.0? Si se puede acceder directamente a profesionales de la salud y a pacientes ¿para qué se necesita un periodista especializado en salud?
En esas dos décadas el periodismo ha cambiado por completo, impulsado por la irrupción de Internet y las redes sociales, que han convertido en fuentes de información a otros muchos actores y trasladado el lector y los anunciantes a otros formatos. Con independencia de la crisis económica, se ha producido una crisis más profunda del modelo de negocio de los medios de comunicación. No hay lectores para la prensa en papel, no hay anunciantes para todos, y como consecuencia de ello las redacciones se han vaciado, cuando no desaparecido por completo. Y sin periodistas no hay contraste de fuentes, no hay trabajo de calle ni filtros a los rumores.
En el ámbito de la salud, se han producido transmutaciones adicionales en este tiempo. Hubo una eclosión de espacios de salud, en televisión, radio y prensa, con programas en cadenas nacionales y autonómicas y suplementos en diarios. Todo parecía presagiar un futuro brillante, profetizado por quienes aseguraban, con razón, que los espacios políticos estaban sobrerepresentados en los medios debido al interés que la política despertó en la Transición, pero ese tiempo había pasado; lo que la gente demandaba era información de salud. Llegó Internet y la profecía parecía confirmarse: aparecieron portales especializados en salud y se ofrecían sueldos fabulosos por generar contenidos en los mismos, aunque no llegaban ni de lejos a las cifras que se ofrecían por el solo nombre de un dominio. No tardó en producirse el pinchazo de la burbuja, ya que no había un modelo de negocio detrás, y algunos nos encontramos con enormes espacios vacíos destinados a redacciones que nunca llegaron a ocuparlos.
Sin embargo, unos años después se produjo el verdadero florecimiento de la salud en Internet, al tiempo que los espacios de salud menguaron o desaparecieron en el resto de medios. Había portales que generaban lectores, si bien los ingresos nunca llegaron a despegar. Las redes sociales transformaron aún más el panorama y dieron lugar a la llamada salud 2.0, pacientes y profesionales interactuando en la Red y compartiendo conocimiento. ¿Y qué pasó con el periodismo especializado?
En un debate organizado por Olga Navarro en Tekuidamos, el periodista de Diario Médico Álvaro Sánchez León aseguraba que había que incentivar el periodismo especializado en salud, que éste debía abrirse a la redes sociales y no perder su labor educativa. Coincido con los dos primeros puntos pero discrepo en el último: la labor del periodista no es educar. Ése fue un debate que se originó en los años 60 y 70 y que se ha dado por superado. La función del periodismo es informar para que el ciudadano tome decisiones libres. Y en la salud esa tarea reviste especial responsabilidad, como coincidieron en afirmar los ciberasistentes. Una información no contrastada, una alerta innecesaria, puede ocasionar consecuencias graves, lo que ya ha ocurrido en numerosas ocasiones. Por eso es necesaria la especialización, para poder distinguir un ensayo clínico en fase III de otro in vitro; para saber que una supuesta noticia supone una aportación médica o no; para olfatear la pista de una revolución, como la que supone la eSalud.
La pregunta es, ¿tiene hueco el periodismo especializado en salud en la Red? ¿puede sobrevivir? El acceso a innumerables fuentes de salud en Internet ¿es una garantía de contraste de la información sanitaria? En el debate de Tekuidamos, en el que confluían médicos, enfermeros, farmacéuticos y algún profesional de la comunicación en salud parecía obvio que gracias a la salud 2.0 ahora hay voces que antes estaban silenciadas o, al menos, amortiguadas en los medios. Las asociaciones de pacientes, la enfermería… incluso los gestores sanitarios tienen la oportunidad (y la aprovechan) de dar a conocer su papel. El periodista lo tiene más fácil para acceder a esas fuentes. La cuestión que a menudo se olvida es que ya no necesitan al periodista para que puedan oírse, con lo que ese filtro, ese contraste de la información que define al periodismo se difumina.
No me cabe duda de que el periodismo especializado en salud tiene una función primordial en el contraste de fuentes y en la divulgación. Es cierto que ya no es el gatekeeper, el guardián de la puerta. Cualquiera puede acceder los pacientes o a los profesionales a través de vías diferentes a los medios, con mucho presupuesto, originalidad o ingenio. Tampoco puede competir, como no lo hacía antes de la llegada de Internet, con la credibilidad de los médicos que se dedican a la divulgación sanitaria. La educación no ha sido nunca la batalla del periodista, por lo que estupendo que profesionales sanitarios, asociaciones, sociedades científicas, laboratorios, clínicas y organismos oficiales la hagan. Lo que el periodista especializado en salud conserva en solitario, a pesar de la revolución digital, es la capacidad de informar como nadie, de dar noticias; contrastadas, con estudios, con diferentes especialistas, con casos de pacientes, con la perspectiva de otros profesionales sanitarios y comprensibles por todo el mundo. Y responsabilizarse de ellas con su firma. Esa labor, con tanta infoxificación que produce la Red, es más necesaria que nunca.