Las nuevas tecnologías y, en especial, las aplicaciones móviles están cobrando un protagonismo creciente en la atención sanitaria en todo el mundo. El progreso tecnológico es un cohete gracias al cual estas apps son cada vez más sofisticadas, innovadoras y sus utilidades más diversificadas. Sin embargo, todavía hay médicos que se resisten a adoptar estas herramientas de Salud 2.0 en su práctica cotidiana.
David Lee, ex cardiólogo y experto en nuevas tecnologías sanitarias de Estados Unidos, proporciona cinco razones* como las principales causas de este rechazo:
1. Falta de reembolso. Como el “fee” por servicio continúa siendo el modelo económico para gran parte de la asistencia sanitaria, cualquier nuevo procedimiento o tecnología adicional en la atención sanitaria al paciente debe responder a la pregunta “¿Es un servicio reembolsable?”. Para salvar este obstáculo, se precisan cambios en los modelos de reembolso, mayor énfasis en el ahorro de costes que suponen estas tecnologías, así como la introducción de grandes corporaciones en la industria del desarrollo de apps médicas.
2. Malas experiencias con EHRs. Hay médicos que todavía recuerdan las dificultades en la adopción de los Registros Electrónicos de Salud (EHRs) y, en consecuencia, son muy poco receptivos hacia las nuevas tecnologías en general. Esto es así aunque las apps médicas poco tienen que ver con los EHRs en lo que respecta a tecnología, propósito y facilidad de uso.
3. Algunos médicos están todavía ideológicamente muy distantes de la Medicina Participativa. La Sociedad para la Medicina Participativa define la Medicina Participativa como un movimiento mediante el cual los pacientes pasan de ser meros espectadores a gestores activos de su salud. En este escenario los profesionales deben animar y valorar a los pacientes como sus “partners” en salud. Sin embargo, algunos médicos no están acostumbrados a considerar a los pacientes como “partners” activos en la atención sanitaria. Afortunadamente, se espera que las aplicaciones médicas contribuyan a evolucionar esta Medicina paternalista, allanando el camino hacia la Medicina Participativa.
4. Las apps médicas no forman parte de la “tecnología sofisticada”. Existe la creencia de que a menos que una tecnología sea robotizada, construida con materiales nunca vistos, capaz de ejecutar tareas inéditas o tenga un coste superior a $1M, no tiene ningún interés para el médico. Esta idea está extendida en algunos sectores de la comunidad médica. En realidad, aunque algunas apps están conectadas a herramientas relativamente sofisticadas o utilizan compleja nanotecnología, otras son relativamente sencillas. Sin embargo, incluso simples apps con mensajes por SMS pueden mejorar de forma significativa la calidad de vida de los pacientes y ahorrar costes y simplificar los cuidados médicos.
5. Hay médicos que no creen que las nuevas tecnologías sean efectivas. En realidad, ésta puede ser la mayor barrera para la adopción de las nuevas tecnologías por parte de los profesionales sanitarios. La forma más clara de rebatir esta creencia es contar con apps médicas profesionales, con aval científico. A este respecto, la Global Health Initiative de la Universidad Johns Hopkins está realizando en Estados Unidos estudios de eficacia de las apps médicas, que pueden contribuir a diferenciar las apps profesionales de aquellas que no lo son, así como a evaluar los beneficios de las mismas. Derribar estas barreras es un paso fundamental para acercar el uso de las nuevas aplicaciones médicas a aquellos profesionales escépticos que todavía no se han dado cuenta de que éstas son ya herramientas importantes de la práctica médica.