Teléfonos, smartphones, dispositivos móviles… están por todas partes, accediendo mediante sus aplicaciones a todas los sectores y transformándolos a su paso. El sector sanitario no sólo no es ajeno a esos cambios,  muy al contrario: las aplicaciones desarrolladas mediante esta tecnología están permitiendo que la información médica y sanitaria sea accesible de forma inmediata tanto para profesionales como para pacientes y las últimas estimaciones apuntan a alrededor de 44 millones de aplicaciones relacionadas con la salud descargadas por los usuarios en 2011.
Estas aplicaciones están sufriendo un incremento exponencial gracias, en gran medida, a dispositivos portátiles y fáciles de manejar que, usando sensores inteligentes, pueden capturar y transmitir toda clase de datos biométricos. Smartphones conectan con estas aplicaciones que no sólo tienen un objetivo informativo, sino que también sirven como instrumentos de diagnóstico. Unas ayudan a medir las pulsaciones del corazón desde el teléfono móvil, otras miden la respiración usando la cámara del IPad o el riesgo de padecer cáncer de piel desde el iPhone, por citar algunos usos. Además, pueden combinarse unas con otras para obtener  un completo análisis y chequeo físico de la salud del individuo, permitiendo integrar datos en la nube o en herramientas de almacenaje de información similares.
Pero la revolución de la tecnología móvil está yendo aún más allá, pues también está transformando cómo el paciente se comunica con su médico y viceversa. Con el iPad el médico puede usar multimedia, mapas anatómicos, etc. para describir tratamientos o procedimientos y también prescribir post-tratamientos. Herramientas de comunciación como Skype están también permitiendo al médico practicar la telemedicina, ya sea en forma de chequeos, diagnósticos o tratamientos.
Sin embargo, esta revolución también plantea dudas porque ¿cómo sabremos qué aplicaciones son seguras y de interés real ante la avalancha que se avecina? ¿Qué aplicaciones son recomendables o peligrosas para, por ejemplo, nuestros hijos? Algo tendrán que decir en esto los mecanismos regulatorios de cada país, editando guías o recomendaciones al respecto, como ya ha hecho la FDA norteamericana.
El escenario es muy prometedor, y Estados Unidos está a la cabeza de esta transformación. España no debe quedarse a la cola de dicho movimiento,  aprovechando las potencialidades que ofrecen los dispositivos móviles de última generación que están ya transformando la industria sanitaria.
PD En un próximo post enumeraremos algunas de las aplicaciones más significativas en este ámbito que están ya siendo utilizadas, y con éxito.

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