Hace unos días, diversos periódicos británicos, como The Guardian y Daily Telegraph, alertaban de los historiales de los pacientes del sistema público de salud, el NHS, habían sido vendidos a las aseguradoras. La alarma y la indignación se propagó rápidamente: ¿podrían las aseguradoras subir las primas al conocer las enfermedades y riesgos de toda la población? ¿habría discriminaciones? En webs de mucho alcance, como Wired, aparecieron artículos en los que se cuestionaba que se pudiera confiar en el sistema público de salud y en que los datos estuvieran seguros.

En realidad, lo que sucedió es que se habían vendido los datos no identificativos de los pacientes, millones de datos que, analizados, pueden proporcionar una valiosa información sobre riesgos por zonas geográficas, edades, etc. Es lo que se conoce como Big Data. Algo que ya es posible a través de sistemas cada vez más económicos de gestión hospitalaria y a través de las redes sociales. Twitter es utilizado desde hace algún tiempo por los investigadores y las autoridades sanitarias para conocer hábitos, riesgos, intereses y hasta tendencias de propagación de epidemias como la gripe.

La diferencia entre los datos personales y los anónimos y su interés para la investigación o incluso para el sector de los seguros es algo con lo que están familiarizados los periodistas especializados en salud, sostiene en su blog la doctora Anne Marie Cunningham. Esta profesora hizo algo que no hizo ninguno de los periodistas que denunció el caso: comprobar la fuente. En sus pesquisas averiguó que sólo habían llamado al supuesto comprador de los datos sensibles la BBC y un bloguero. La doctora Cunningham asegura que en los próximos meses oiremos hablar mucho del Big Data, por lo que más le vale a los periodistas estar familiarizados con él. Eso y especializarse.

Aunque no lo menciona esta doctora, se podría añadir otro factor propiciatorio de la alarma social: la ausencia de una comunicación eficaz por parte de las instituciones involucradas. Si las autoridades sanitarias y las compañías mencionadas hubieran estado al tanto de las noticias en la Red y de las conversaciones en las redes sociales podrían haber contrarrestado la desinformación. En la salud 2.0 no se puede ser reactivo y esperar que un periodista nos llame. Las organizaciones y empresas interesadas en mantener y acrecentar su reputación deben disponer de una adecuada comunicación dirigida por especialistasEso incluye escucha activa, fomento de conversaciones con profesionales, pacientes e influenciadores, gestión de crisis y estrategia.

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